viernes, 10 de septiembre de 2010

ROMERÍA 2010


El domingo día 5 de septiembre de este año 2010 hemos visto culminado un camino. Camino que nos ha llevado hasta la consecución de algo que, tal vez, muchos de nosotros, hayamos llevado dentro durante tiempo, durante mucho tiempo. Ha costado, y costará, sacrificios que, desde luego, estamos dispuestos a sobrellevar porque, como bien dice el viejo refranero, "...quien algo quiere, algo le cuesta...".

Y queríamos, ya lo creo que queríamos.

Este grupo que se llama Coro Romero Virgen del Sol ha luchado desde que se fraguó la idea de ofrecer un Simpecado a la Virgen del Sol. Esta meta culminó con su bendición el día 14 de agosto, sábado. Día en que muchos adamuceños... nos acompañaron para alabar a Dios en una hermosa Eucaristía que presidió nuestro párroco, Don Pedro y en la que, desde luego, estuvimos muy cerca de Su Palabra.

Y esta ofrenda a María, en forma de magistral retrato, tenía que estar en Su romería, tenía y debía hacerse presente. Pero no hemos querido, ni podíamos permitir que"su viaje", "su primer camino" se realizase de forma anónima, tal vez, envuelto en el maletero de cualquier coche..., de aquella manera...

La idea de tener un Simpecado, era la idea de ofrecer a María algo que sirviese para Su Gloria; la idea de tener un Simpecado, era la idea de hacerla más presente, si cabe, en medio de nosotros. Y es por esta razón que aquello que, para nosotros, representa a la Madre de los adamuceños tenía que viajar, como decimos, de la manera más digna posible.

Y es esa dignidad la que, creemos, hemos conseguido elevándolo hasta ese precioso "altar itinerante" para llevarlo hasta las mismísimas Plantas de la Señora en Su casa de El Cerro.

Tal vez pueda pensarse, por parte de quien no lo viva desde dentro, que ha sido un gasto innecesario, un gasto superfluo que no lleva a ninguna parte y menos, y precisamente, a la cercanía de Dios.

Pero en la vida nada es verdad ni mentira, todo depende, como dice la sevillana, del color con que se mira. Y desde luego no hay mejor dicho que aquel que habla de que "... lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado...".

Detrás de las flores, los bordados, las cintas blancas y azules y los piedrecitas que adornan nuestro estandarte, ha habido, hay, y siempre existirá todo un mundo de sentimientos que cuando dicen "María del Sol", saben que se acercan hasta tocar las puertas mismas del corazón de Cristo. Detrás de nuestro Bendito Simpecado se fragua, a golpe de humanidad, un grupo que, con sus defectos y sus virtudes, sus más y sus menos, camina unido.

Todo grupo gira, siempre, alrededor de un símbolo, de una imagen que le identifica para, a partir de ahí, mover todo un mundo de actos en una dirección. Nuestra dirección no es otra que la de llegar hasta Dios y, por lógica definición, intentamos llegar cantando. Si, al final, lo conseguimos todo se dará por bien empleado y, además, habremos tenido la satisfacción de vivir el camino, ese camino de esperanza que todos surcamos en la vida, pero de la mejor forma que hemos creido.

No, no somos, ni de lejos, un grupo rico en lo material pero lo somos en ilusiones y capacidad de trabajo y sacrificio y creemos serlo en sentimiento de unidad, en tener claro hacia donde vamos y de donde venimos. Somos un grupo que cree que la variedad de personas y de opiniones, lejos de desatar, sirve para el enriquecimiento propio, tanto del grupo como de los que nos sentimos inmerso en él de pleno derecho. Intentamos hacer lo que hacemos para estar unidos, para ayudar a los que nos requieren en todo aquello que está a nuestro alcance y, desde luego, cuando las fuerzas parecen abandonarnos, como humanos que somos, tenemos un sitio "físico" donde mirar... aquel que, rodando por nuestra Puerta de la Villa, pasando por la Dehesa Vieja y por el puente y atravesando la alameda hasta las puertas de la ermita, ha llevado un sueño que, en volandas, ha surcado nuestros campos hacia Ella.

No queremos, ni tenemos, por qué demostrar nada a nadie con todo lo que, juntos y unidos, conseguimos, pero nadie nos va a privar de sentirnos orgullosos de estar donde estamos y, desde luego, por lo que estamos.

Las imágenes que encabezan estas palabras hablan, por sí solas, de todo lo que hicimos en el camino. No obstante, en los rostros de Pepe Amil, su esposa Conchi y sus hijos, en el de Paco Arenas y su hija, en la cara de Raul, su mujer y Raulito, en la de Lola obrero, su marido y sus dos hijas, en la de Toñi y Juan y... (jeje), en los ojos de Eva, Fran y las dos niñas, en los de Esmeralda y Manuel, en los de Lola Solano y nuestra Loles, en los de Marisol; en la cara de Ana Lourdes acompañada de su marido y su hija Elena a caballo, en los ojos de Isa Redondo, de sus niñas y de Angel, en la cara de Pedro, de Salva y de Silvia, en los de Mari Diaz y Andrés, en los de Juan Arenas -que no se soltó ni un sólo momento de la barra de promesas que tantas otras veces había acariciado...- (espero que no se haya perdido nadie por el camino...) ... en los rostros de este puñado de romeros tal vez se pudo entrever algo más que cante, baile y buen rato, algo que sólo afloró bañado en lágrimas cuando, en la intimidad, presentamos nuestra carreta ante los ojos de la Virgen, la misma a la que, en nuestra plegaria, pedimos nos deje VIVIR... EL CAMINO AL CERRO.

Por todo lo vivido en este mes de agosto, por todo lo sentido y por todo lo que hemos podido guardar para el baúl de nuestros recuerdos, por todo lo que hemos sido capaces de expresar cantando mirandola a los Ojos, queremos gritar, orgullosos, al Cielo...

¡Viva La Reina de los adamuceños!
¡Viva el Pastor Divino!
¡Viva nuestro Bendito Simpecao!
Gracias, Señora, por el fruto de nuestros campos, oro amarillo que alimenta las vidas de nuestro pueblo.

¡Viva la Reina de los adamuceños!
¡Viva María Santísima del Sol!