... han ocupado la vida de nuestro coro.
El sábado por la tarde comenzamos preparando 25 kilos de pimientos y dos cajas de patatas que sirvieron para hacer medio centenar de tortillas. Además se preparó el pimiento que serviría para la paella y se reunieron las paelleras y peroles necesarios. Comenzamos a las cuatro de la tarde y terminamos cerca de las once de la noche.
El domingo quedamos a las nueve de la mañana y, tras doce horas de trabajo ininterrumpido, concluimos a eso de las nueve de la noche. Durante este día, los miembros del coro que no pudieron asistir, trabajaron en casa haciendo tortillas de patatas.
Este día se preparó cantidad de sofrito suficiente para paellas que diesen de comer a toda la expedición, se hicieron tortillas, y se prepararon 25 litros de coña (salmorejo adamuceño) que tras varios dimes y diretes, quedó "pa chuparse los deos". A este salmorejo se le añadieron unas cuantas de docenas de huevos duros picaditos. Además se lonchearon tres jamones serranos
Como no sólo de preparativos vive el hombre, nuestro buen amigo Manolo Garcia, padre de nuestro cajonero, Manuel, nos deleitó con una olla de garbanzos con pulpo que no se la salta ni el Fandi a pies juntillos. No tuvimos más remedio que zamparnos un platejo para el almuerzo dominical que hubiese resucitado hasta al mismísimo Don Camilo José Cela.
El lunes, día "H".
Quedamos a las seis de la mañana para organizar todo el tema de la bebida. Picamos hielo que habíamos preparado en casa y lo dispusimos en recipientes junto a la bebida.
A las seis y cuarto de la mañana llegaron las primeras personas hasta nuestra casa de coro. Cuando a las seis y media llegó el grueso del batallón, nombramos uno a uno a cada uno de los asistentes para indicarle el número de autobus en el que viajaría (la numeración, del uno al cinco)
Partimos a eso de las siete y cuarto de la mañana. Uno de los autobuses hizo parada en Córdoba para recoger a varios viajeros de la capital, a los que venían desde Obejo y a Pepe Sujar, representante de la Hermandad del Rocío de Córdoba que nos acompañó.
Tras una parada en el camino, antes de llegar a Sevilla, para desayunar, continuamos nuestro viaje hasta la Aldea donde llegamos a eso de las once de la mañana. Los expedicionarios se fueron a visitar a la Virgen del Rocío y nosotros nos quedamos para disponerlo todo para el almuerzo. Alrededor de la una comenzó la gente a regresar y servimos la comida.
Como mandan las cánones de cualquier coro que se precie, nos marcamos unos cantecitos antes de servir la paella, como pa adornarla, vaya y, seguidamente, y de una manera muy ordenada, cada cual recogió su plato de arroz y... a comeeeerr.
Tras las viandas, de nuevo se lió el tangai y la casa de Córdoba se convirtió en un grupo que cantaba y bailaba en torno a una guitarra. ¡¡¡¡Ambientazo!!!!
Siguiendo el horario previsto, a las cinco y cuarto de la tarde, salimos en procesión en dirección al Santuario de la Blanca Paloma, siguiendo el mismo recorrido que el que realiza el Bendito Simpecao de nuestra capital por las calles del Rocío. Tras un canasto con romero de nuestra sierra, al estandarte lo seguía nuestro coro y muchos de los acompañantes portando cañas con un ramito de romero, sencillamente bonito y hermosamente respetuoso. Sin más.
Llegamos a las puertas de la Ermita y ya nuestro corazón empujaba a nuestros ojos para asomarnos y ver, una vez más, a la Reina de las Marismas.
A las seis en punto de la tarde, Angel rajeó su guitarra con maestría, por fandangos, y... Pasillo central, al frente, la Dueña de la mirada más dulce que la mano del hombre ha sido capaz de estampar en una imagen de la Madre de Dios, Vestida de un precioso rojo y oro, Hemosísima... Se eleva al Cielo el estandarte de Nuestra Reina del Sol... trescientas miradas adamuceñas, unidas en un sólo suspiro, se giran hacia la puerta, nos reciben con el orgullo que da el saber donde se está y para lo que se ha venido... "Por el camino, mi pueblo entero hacia su Madre, es peregrino..." Pepe hace volar a las golondrinas marismeñas con un fandango bien cantao, rompedor, el coro, respetuoso, se detiene, aupandole con su aliento y, despues, camina de nuevo, lentamente, hacia la Madre almonteña. Frente al altar, nuestra advocación rinde pleitesía a la hospitalidad rociera y, de verdad, que casi pudimos ver sonreir a la Santísima Virgen del Rocío, orgullosa de sus hijos. En las ofrendas, el romero impregnó el templo y las manos de nuestros niños se elevaron hasta la Reina de las Marismas, Madre de Dios, para ofrecerle sus corazones... Al final, una salve, nuestra salve, nuestro saludo conjunto a María del Sol y a María del Rocío. Pocas canciones empecé, pocas canciones terminé, porque no pude tragarme el nudo ni las lágrimas que inundaron mis ojos desde que vieron a la Pastora...
Quiero reconocer, si se me permite, de corazón, el esfuerzo desinteresado de todos y cada uno de los que habeis hecho posible estos tres días... Permitidme que me incline ante el trabajo de Conchi, de la Tita Mari, mi esposa, y, como no, de nuestra cocinera en jefe, Maribel. GRACIAS, DE VERDAD.
Nuestro reconocimiento, por supuesto a la labor y sencillez de Don Pedro, nuestro párroco.
¡Viva la güena gente!
¡Viva la Madre de Dios!