Cuarenta y siete grados y
en camino a Dos Torres. El valle de los
pedroches, con su paisaje de granito, sus ovejitas y vaquitas, nos distrajo la
asfixiante calor de la tarde del 11 de agosto. Aunque la Feria de Villanueva de
Córdoba, ya encendió en nuestros cuerpos en hervor de sangre rociera. Algún
percance en el camino, un ventilador roto, un vehiculo tirado, una medalla
perdida, apretujaos como gavillas, pero a tiempo en el templo… avatares de ser
romero. Al llegar una pocas revueltas.
Hermoso pueblo donde la bella Gema y su enamorado Enrique nos esperaban en su
día de boda y ese era nuestro fin, adornarle su ceremonia nupcial con aires
romeros y sol adamuceño.
Con bata sin cola, las
romeras, aireaban su volantes al paso, pero nada comparado con el garbo de la
novia, de belleza inmaculada y pisada con arte de mujer enamorada. Lucía por si
sola. Sobre el altar de la
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, bello templo
con armonía gótica, mudéjar andaluz,
renacentista y barroca, San Roque, patrón de esta bella Villa de los Pedroches,
presidía un altar majestuoso. Nuestro
coro, desde el presbiterio, desgrano su ramillete de cantes litúrgicos y
romeros para ensalzamiento de la fiesta y esplendor de la eucaristía. Lo agradecieron
los novios y el párroco, que nos felicito, tanto por nuestra labor corista como
por nuestro sentido de iglesia.
Luego la a la vuelta, jugamos al juego del escondite, donde cuatro
escondieron la cabeza ante la aparición de la benemérita. No una, si no cuatro
a la vez, como para no dar el cante… En fin, una nueva experiencia, y como
siempre todo fue armonía y alborozo, menos para el del ventilador roto.